jueves, 1 de septiembre de 2016

II

     –¿Vos sos boluda, Magui?
     Florchu hablaba así a veces. Con acentos conchetos y diminutivos peores.
     –No entendés, tengo todo un plan. Rami no sabe nada de que yo iba a venir. Si lo agarro de sorpresa me va a decir todo. Y ahí lo mando a la mierda.
     Magen estaba acelerada. Florchu lo veía. La veía apretar los puños mientras miraba para todos lados inquieta.
     –Eso no es amor, ¿sabés?
     –Vos porque sos re trola.
     –¿Eh?
     –Me chupa un huevo el amor. Lo que quiero es mandarlo a la mierda.
     Algo así o con esa forma había empezado la noche, en la fiesta en la casa de un chabón amigo de otro chabón. El cielo tenía una luna y estrellas y no un cetáceo gigante y las pibitas todas las ganas de que esa noche fuera la última. O por lo menos Florchu.
     –No te traigo más a estas cosas.
     –Vos hacé la tuya. Yo quiero vendetta.
     Florchu suspiró.
     –Te ayudo con tu vendetta y después tomamos algo, ¿okey?
     –Okey, okey.
     La casa era de un Toledo. Uno de varios. Toledo se juntaba con los chicos de la plaza como lo hicieron por generaciones todos sus hermanos, pero Magen pensó en que éste tenía algo especial: se cogía a la puta de Michelle. A la zorra ésa.
     –Está todo el mundo acá.
     –Hay gente que no veo hace años –dijo Magen, paseando la mirada como por un paisaje de fantasmas. Su visión solo buscaba al único humano existente y que encima estaba por morir.
     –No sé, vos los conocés a éstos. Yo nunca me junté con los de la plaza.
     –Tu vieja te salvó de eso.
     –Sep.
     –Igual estuvo bueno, qué sé yo. Comprábamos fruta.
     –Frula, Magui. Se dice frula
     –No, no, fruta en serio.
     –Bleh.
     –Tu vieja es copada, pero te salva de demasiadas cosas. Es eso.
     –Vos también querés que te salven.
     –Nah, vos sabés que no.
     Cambio de luces y Florchu tenía un fernesito en la mano.
     –¿De dónde sacaste eso?
     –Qué sé yo.
     Más gente en las paredes y The Strokes en los parlantes. A Magen le empezaban a doler las orejas, como cuando las cosas estaban por pasar.
     –No lo veo a Rami.
     –Quizás no llegó. Mirá, por ese lado está uno de los mellis... Genaro, creo.
     –Entonces vamos por éste otro de acá.
     –¿Vos no salías con ese pibe?
     –Todavía no soy tan pelotuda.
     Pero lo sería y por un rato estaría todo bien.

Florchu por Ursula Fuschini

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